domingo, 15 de noviembre de 2009

15 de noviembre de 2009; XVII Vía Augusta, etapa 3: Villardeciervos, Calzada de Tera.

Partimos hoy de Villardeciervos, lugar donde finalizamos la anterior etapa, en dirección a Villanueva de Valrojo siguiendo la carretera que une ambas localidades; aunque si lo que  pretendéis es seguir el trazado original debemos ir al paraje de Villarino.

Entre Vilarino, posible sede de una mutatio y el llamado Puente de la Ribera de los Corrales, de nuevo aparece el relieve ligeramente accidentado, lo que no es obstáculo para que la vía, solo reconocible como camino antiguo, serpentee a través de portillo que se abre en la ladera y una vez rebasado, contornee por el norte de la zona de los corrales para llegar al Puente de la Ribera y enfilar decididamente hacia oriente por la Cuesta de la Mina, en donde se perciben claramente sus vestigios, El Robledo, Orrieta de los Gallegos y Pinar de Valdeconso, en donde giraría hacia la derecha, siguiendo desde aquí, más o menos, el trazado de la carretera que comunica Villardeciervos con Villanueva de Valrojo, a través de Valdaliste, los Baladrones, La Salguera, en donde se halla situada una fuente arcada.

En este tramo, permanecen muchos restos de calzada y otros signos de romanidad como son los fragmentos de agger y explanada de la Cuesta de la Mina o la dilatadas plataformas existentes en los prados de El Robledo y Orrieta de los Gallegos, en donde existe una inscripción dudosamente romana. A partir del Pinar de Valdeconso hasta un kilómetro antes de Villanueva de Valrojo, se perciben en las fincas contiguas pozos de extracción de rellenos, detectables durante la primavera cuando las tierras se hallan sembradas de cereal. Inmediatamente después se notan a la derecha de la carretera las tajaduras efectuadas en la roca para encajar la vía a o largo de unos cinco metros y ya rebasada la fuente de la Salguera, una nueva tajadura.

La vía seguiría por el interior de la actual población de Villanueva pasando por detrás de la iglesia parroquial a través de Vatallas, Fontalba y los Blancos, por un camino que marcha en suave ladera a la salida de la población hasta el Alto de la Forca, parece que tiene buen gradiente y posibilitó la organización del urbanismo de la población en torno a su decurso.

Desde el campo de fútbol de Villanueva de Valrojo, y a través de Urrieta de las Vacas, los ves­tigios de la vía se hacen todavía reconocibles en las fincas de labor. Ya, al final de Urrieta de las Vacas y contiguo a la gravera aban­donada, que llaman La Parva, se percibe un sector de la plataforma de la vía de unos cien metros de longitud por cinco o seis de anchura.

Cruzada inmediatamente la carretera que enlaza Zamora con Ourense por el paraje de Rompealbarcas, la vía romana se inclinaría a la derecha para ascender hasta el cerro de El Muelo a través de Las Forcadas y La Portillada, prosiguiendo por entre los términos de La Talanquera y el Tamboril, así como por las estribaciones septentrionales del Pico la Lar, prade­ras de Aveseo y Quiñones de Francos para, seguidamente, y rozando las estribaciones septen­trionales de El Muelo, con petroglifos en su cumbre, descender hacia Olleros por la Chana de la Manga y la Laguna de la Dehesa, siguiendo el llamado Carril de los Cervatos, que no es otro que el trazado de la antigua vía romana.

Inmediatamente antes de llegar a Olleros de Tera, en el paraje denominado Las Tierras del Gallo la vía tuerce hacia El Valle, en dirección a Calzadilla. En este paraje se descubren los fragmentos de tégula de una nueva mutatio y un sector de vía, a mane­ra de plataforma, de unos cien metros de longitud por 6 de anchura, roto en dos por la acción del Arroyo del Valle e interrumpido a mediodía por el ámbito del cementerio. Después del cam­posanto, y por el que se sigue llamando Carril de los Cervatos, llegaría a Calzadilla de Tera, reco­rriéndola de oeste a este para, una vez rebasada la población, torcer hacia la izquierda en busca del río Tera, que cruzaría, sin duda, por el desaparecido puente de El Vado construido con pilas líticas apoyadas sobre pilotes de madera hundidos verticalmente en el lecho del río sobre las que se sobrepon­dría un solado de madera soportado por vigas de la misma naturaleza. De tal entramado única­mente se conservan diversos pilotes hincados en el lecho del río, discernibles tan sólo durante los meses de máximo estiaje.

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